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Históricamente las mujeres, niñas y adolescentes enfrentan diversas desigualdades y situaciones de discriminación y diversas violencias por el hecho de ser mujeres, lo cual afecta la autonomía, libertad, capacidad para decidir y el proyecto de vida. Desde la infancia aprendemos que las mujeres debemos ser madres, esposas, abuelas, que debemos garantizar el cuidado de los otros, de la casa, de los animales, de los territorios y usualmente el trabajo realizado suele ser poco valorado y reconocido socialmente.

También persisten creencias y prácticas que promueven y justifican todo tipo de violencia contra las mujeres, las cuales ocurren tanto en las relaciones de pareja, como en las relaciones familiares y en otros escenarios. 

Los años de conflicto armado interno en Colombia, y el aumento significativo de la migración desde Venezuela, ha profundizado la crisis humanitaria del país, incrementando las desigualdades de género preexistentes y el riesgo para mujeres, jóvenes y niñas, de sufrir estigma, discriminación y todo tipo de violencia basadas en género (VBG1), especialmente de violencia sexual. Los roles de género que le han asignado a las mujeres, entre otros el de cuidadoras y las relaciones de poder desiguales, entre otras circunstancias, hacen que en contextos de emergencia las mujeres, adolescentes y niñas asuman mayores responsabilidades en el trabajo doméstico, en la consecución de recursos y producción de alimentos, en la protección y cuidado de otros miembros de la familia, y las expone a mayores situaciones de peligro, mientras sus necesidades suelen ser desatendidas o dejadas en un segundo plano. Además aumentan las dificultades para que las mujeres puedan acceder a servicios de atención en salud, protección, justicia y asistencia humanitaria.