Juliana es una joven que inspira, ella está en el colegio, pero desde ya tiene claro qué quiere hacer en su futuro. Con el apoyo de UNFPA, esta colombo- venezolana tiene hoy un proyecto de vida claro, ella quiere abrazar el mundo, ha aprendido a amarse cada vez más y a dar lo mejor de sí para alcanzar sus metas.
“En mis tiempos libres me encanta dibujar, y como voy a estudiar una carrera profesional, quiero tener una casa en el campo para mí y mi familia, por eso lo que más dibujo son cabañas, animales y paisajes”. Ella habla con serenidad, pero con la seguridad que la caracteriza. Como vivía con su abuelo en Venezuela, en zona rural, disfruta vivir en Arauca, Colombia, pero añora volver a escuchar el canto de las aves, ver a su abuelo trabajar la tierra, y sentir la brisa fresca cada mañana.
Arauca es uno de los departamentos con mayor número de personas migrantes venezolanas en Colombia, también es el lugar de retorno de muchas familias colombianas que en algún momento tuvieron que irse a Venezuela, pero que ahora deben volver. Juliana nació en Apure, pero creció en San Cristóbal, Venezuela, allí vivió con sus abuelos colombianos hasta hace unos años
“Yo me crié con mis abuelos en Venezuela. Tenía 13 años cuando falleció mi abuela y yo me vine para Colombia a vivir con mi mamá y mi papá, también para ayudarles en el negocio. Extraño la gente porque allá fue donde crecí [….]Mi papá es colombiano, de Boyacá, pero lleva toda la vida viviendo en Arauca. Mi mamá es de Venezuela, mi abuelo es colombiano y mi abuela también era de Norte de Santander, entonces yo tengo las dos nacionalidades”.
Para esta joven, la frontera solo significa pasar el río, para ella no hay muchas diferencias, sigue escuchando la misma música que le gusta, la comida es muy parecida, la gente es amable aquí y allá, sin embargo, ella menciona que al principio si notó que en el colegio eran un poco más exigentes, y que hoy el internet y las oportunidades son mejores en Colombia, además cuenta con entusiasmo que aquí ha aprendido muchas cosas nuevas.
“Desde que asisto a los espacios de UNFPA he aprendido muchas cosas, por ejemplo, yo no tenía conocimiento de educación sexual, nunca, nunca había oído de eso, y hoy soy una de las que le habla del tema a las otras muchachas, al principio yo tenía muchas dudas, bueno, todavía, pero podemos preguntar y luego hacemos unas carteleras; me encanta porque aprendo, mientras dibujo”.
Su mamá, fue la primera en asistir a los talleres de UNFPA; en su casa empezaron a verla diferente, le cambió el genio, escuchaba más y daba unos consejos bonitos, comenta Juliana entre risas. “Desde que empezó en el programa con UNFPA, ella me dijo que eran muy bonitas las capacitaciones. Más que todo me gusta porque nos ayuda a valorarnos como mujeres, ayuda a subir la autoestima y a querernos”.
El 23% de las madres venezolanas que tienen un parto en Colombia son adolescentes, lo cual evidencia que las necesidades particulares de esta población y niñas pueden estar desatendidas en el marco de la respuesta a la migración. El embarazo adolescente, particularmente en estas condiciones de mayor vulnerabilidad, pone en riesgo la transición adecuada niña – adolescente a la edad adulta, su capacidad de resiliencia y de recuperación de la crisis a largo plazo, reduciendo sus oportunidades de tener una vida mejor.
Es por esto que garantizar el acceso a servicios e información en salud sexual y reproductiva a las y los adolescentes, apoyar su participación en la respuesta humanitaria, posibilitar su inclusión social, el empoderamiento de las niñas y el enriquecimiento de sus proyectos de futuro, puede salvar vidas.
“Tengo claras mis metas y proyecto de vida. Allá todas nos dibujamos hoy, y luego dibujamos cómo nos vemos en 5 y 10 años, y claro, uno se pone a pensar en qué quiere y puede hacer y qué no, por ejemplo, mi proyecto de vida también incluye que no quiero salir embarazada a muy temprana edad porque quiero tener primero una profesión, voy a ser psicóloga”.
El embarazo adolescente tiene un impacto en la vida y oportunidades de las mujeres, por eso la decisión informada de Juliana sobre no tener hijos a temprana edad, significa para ella y el país, más y mejores opciones.
La vida de Juliana transcurre en la cotidianidad de cualquier joven de su edad, ella va al colegio, ayuda a su familia en la casa, le gusta tomarse selfies, salir con sus amigas y amigos, y acaba de empezar un noviazgo, lo que la hace diferente es que ha fortalecido su proyecto de vida. Por ello, además de las actividades normales, le dedica tiempo a continuar su formación en liderazgo. Para Juliana, ser una lideresa en su barrio y colegio es algo que la llena de orgullo, responsabilidad y agradecimiento, ella siente que su voz tiene poder y por ello, con el apoyo de UNFPA se ha capacitado y aprendido sobre los derechos de las mujeres, las rutas de atención para violencia basada en género y sobre derechos sexuales y reproductivos.
“Hace más o menos un año estoy participando en los espacios de UNFPA, allí conocí a muchas muchachas de mi edad, varias mujeres ahí han compartido experiencias que a uno le ayudan mucho, y he aprendido sobre mis derechos y sobre las rutas, a pesar de que soy muy joven le he explicado a muchas compañeras del colegio sobre el valor que tenemos como mujer y que no nos podemos quedar calladas ante una violencia ya sea física o verbal”.
Bajo el principio de No dejar a nadie atrás, las niñas, adolescentes y jóvenes, especialmente en contextos de crisis, son una prioridad para la respuesta humanitaria de UNFPA, ellas no solamente toman para sí los conocimientos recibidos, sino que amplifican el mensaje, generando propuestas y acciones en su entorno y con las personas que las rodea, “yo invito a niñas que creo que necesitan ir allá, en el barrio me ven como una líder, me buscan para que les dé consejos y me siento muy bien, algunas se acercan a preguntar algunas cosas, y por eso es importante para mí seguir capacitándome. Estoy muy agradecida con todo lo que me enseñan y porque cada cosa que hago me lleva a alcanzar las metas que me he propuesto”.