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Me llamo Ana María Vargas Cifuentes, tengo 24 años, soy estudiante de artes visuales y una rola obesa. Desde pequeña se me ha inculcado que una mujer bonita tiene que ser delgada, seguir los estándares de belleza y encontrar un esposo para lograr estabilidad emocional y económica. Soy una activista gorda en creación, que piensa que todas las mujeres, sin importar nuestro peso, tenemos derecho a vestirnos siguiendo nuestros gustos y a exponer nuestro cuerpo ante la sociedad que nos rechaza. Somos cuerpos diferentes pero con igualdad de derechos.

El activismo gordo es la lucha subversiva contra la discriminación física. Son grupos de apoyo emocional que a través de charlas, conversatorios y muestras audiovisuales, desmienten mitos sociales sobre la obesidad y sus múltiples consecuencias. Llegué a este activismo realizando varios procesos artísticos en los que siempre incluí mi cuerpo como medio físico de producción; dándome cuenta de que mi peso corporal y mi imagen estética eran la esencia que necesitaba para empoderarme. Rechazo la discriminación de género que existe en la moda y el estereotipo femenino latinoamericano de la mujer, y lucho por la aceptación corporal.

Creé mi propia marca de ropa gorda; en la tela de las prendas uso la ilustración de mi cuerpo en diferentes posiciones que se apropian del lenguaje insultante utilizado hacia nosotras, alterándolo para darle alegría y belleza a cada uno de los diseños, así como poder a la mujer que los porta. 

Erradicar la discriminación física es un reto a largo plazo, pero deseo realizar prendas para mujeres obesas y aportar al cambio de los estereotipos corporales y darnos el poder de utilizar las prendas que nosotras queramos. Quiero transformar la idea de que las mujeres obesas no podemos mostrar piel.